Cosas de Aquende
El blog de un Ágrafo juguetón
01 mayo, 2005
 

A propósito de blogs: Me gusta cocinar pero odio ‘hacer la comida’.




Todo comenzó un buen día, hace unos meses, estando en mi despacho, o ¿era en mi casa?; bueno, estando. Recibí una llamada de un amigo –adivinen quién – que me decía: “Ya tengo blog”, y me dio una dirección de Internet. Yo intenté disimular que prácticamente no tenía ni idea de qué era un blog, y le dije que no dejaría de visitarlo y le daría mi opinión al respecto.


Cuando entré en su blog me encontré con varios post muy interesantes, y se me ocurrió jugar (recuerden, soy un ágrafo juguetón) a dejarle un comentario anónimo en el que reivindicaba a M. C. Escher. No había transcurrido ni un minuto y, con gran sorpresa por mi parte, recibo una llamada en mi móvil para decirme que vale, que de acuerdo, que en el futuro hablará de Escher. Como mi amigo, aunque intuitivo e inteligente, no creo que haya desarrollado dotes de adivinación, aunque no descarto que esto ocurra cualquier día, le pregunto cómo sabe que fui yo y me dice que el servidor de mi lugar de trabajo es muy indiscreto y que, aunque hay cientos de ordenadores, él cree que la conjunción entre mi empresa y Escher es muy improbable y que, casi seguro, debo ser yo. Así entendí por qué se aconseja no hablar, o hablar bien, en los post de jefes y parejas (de derecho/hecho/deshecho) por si despidos, separaciones o divorcios (¿no son lo mismo?). Pues bien, en este juego nació Aquende .(También tiene su pequeña historia y anécdota. Quizá se la cuente algún día en otro ataque de des-agrafía).


El siguiente paso fue enterarme de en qué consistía esto de los blogs y me puse a leer compulsivamente e incluso me atreví a comentar en alguno. Me encontré con que la gente escribe mucho: este escribe todos los días, y no es periodista, ese mantiene actualizados tres blogs, aquel otro no sólo escribe post en sus blogs, sino que recorre toda la red dejando comentarios más largos que sus post, y hasta hubo uno que prometió escribir un mínimo de mil palabras cada día. Apabullante para un ágrafo.


Tras una temporada de lectura pensé: “Bueno, no está mal esto de estar en la parte de acá, ¿por qué no me paso a la parte de allá?”. Y este fue el comienzo de “Cosas de Aquende”.


Llegados a este punto, les diré que a mí me gusta cocinar. Ahora bien, dado que las palabras sólo son palabras y no dicen lo mismo a todo el mundo, debo aclarar qué entiendo por cocinar. Para mí, entrar en la cocina es sinónimo de entrar en un laboratorio, donde uno se encuentra con un conjunto de productos que debe mezclar, en proporciones determinadas, para transformarlos en otro distinto. Además, está permitido alterar dichas proporciones y ver qué sale, es decir, experimentar. Cuando entro en la cocina necesito unas condiciones especiales: allí necesito ser amo y señor. Yo no lavo cada plato según lo voy utilizando, o limpio la vitrocerámica si cae una gota de aceite, como suelen hacer nuestros pulcros telecocinadores, no, todos y cada uno de los cacharros utilizados van al fregadero a la espera de su paso por el lavavajillas. Pueden ustedes imaginarse el estado de la cocina al fin del proceso.


Como uno es de imaginación limitada utiliza como fuente de inspiración diversos libros de cocina. Para mi uno de los más queridos es Recetas inmorales de Manuel Vázquez Montalbán que, además de alegrarnos el paladar, pretende enseñarnos "...un camino que vaya directo de la mesa a la alcoba". Como buen asturiano me encanta la fabada, pero de verdad el plato que me encantaría comer, pero que, por razones obvias, no lo he conseguido es el Roti a l'Imperatrice.


Existe otra vertiente de la actividad culinaria que es lo que yo llamo 'hacer la comida'. Por contrastre con cocinar, que considero una actividad esporádica y lúdica, 'hacer la comida' es ese acto diario que es necesario hacer para poder aportar energía a eso que llamamos cuerpo. Esta actividad tiene otra previa que, para mi, la convierte en odiosa: Hay que hacerse la pregunta "¿qué voy a hacer hoy de comida?", y actuar en consecuencia. ¡Qué horror!


Pero, ¿qué tiene esto que ver con los blogs?. Pues todo o nada, según se mire. Cuando uno se plantea hacer un blog comienza a reunir cacharros de cocina: HTML, Blogger, Technorati, Haloscan, Gravatar, Photobucket, etc. (lo suyo sería poner los enlaces pero me da pereza); a eso se añaden los ingredientes: dos o tres ideas simples para ir experimentando y a cocinar. Y sale el primer plato que, aunque pueda estar un poco pasado de sal, nos deja orgullosos. Ya ajustaremos las cosas en el siguiente; lo importante es empezar a cocinar.


¡Ah! Pero, dado ese paso, detrás viene lo de 'hacer la comida'. "Y mañana, ¿de qué escribo?". Comienza, entonces, un paseo por las estanterías del supermercado a la búsqueda de ingredientes: esta noticia del periódico puede dar juego, aquel enlace que vi sobre tal cosa era interesante y casa muy bien con lo anterior. Y así todos los días. ¡Qué horror!


El resultado final es que, por ejemplo, Eduardo, El navegante, o Borgeano han decidido espaciar su actividad o han sufrido un hiato como nuestra corsaria Ana. Lo de Chin parece otra cosa y a Wally hay que darle de comer aparte.




Pues, eso. A ver cómo va el Cuscús.








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