Cosas de Aquende
El blog de un Ágrafo juguetón
19 julio, 2005
 

¡Chapeau!, Mr. Paulos





La angustia matemática



Una causa de anumerismo más común que las ilusiones psicológicas es lo que Sheila Tobias llama angustia matemática. En Overcoming Math Anxiety ('Superando la angustia matemática') describe el bloqueo que tienen muchas personas (especialmente las mujeres) ante las matemáticas de cualquier tipo, incluso la aritmética. Las mismas personas que pueden entender los matices emocionales más sutiles de una conversación, las tramas más enrevesadas en literatura y los aspectos más intrincados de un asunto legal, parecen incapaces de captar los elementos básicos de una demostración matemática.


No parecen tener ningún marco de referencia matemático ni unos conocimientos fundamentales sobre los que construir. Tienen miedo. Un miedo que les han metido maestros autoritarios y a veces sexistas, y otras personas que probablemente padecen también a su vez de angustia matemática. Los infames problemas de términos les aterrorizan, y están convencidos de que son estúpidos. Tienen la sensación de que hay unas mentes bien dotadas para las matemáticas y otras que no lo están, y que, mientras las primeras siempre llegan enseguida a la respuesta correcta, las otras son irremediablemente impotentes.


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Al escribir este libro he llegado a entender un modo en el que yo, y probablemente los matemáticos en general, podemos estar contribuyendo al anumerismo. Me resulta difícil escribir largas parrafadas sobre cualquier cosa. Ya sea por mi formación matemática o por mi temperamento innato, tiendo a destilar los puntos cruciales y a no entretenerme (quisiera decir 'perder el tiempo') en temas o contextos colaterales, ni en los detalles biográficos. El resultado de ello es, me parece, una exposición nítida, que sin embargo puede ser intimidatoria para aquellas personas que preferirían un enfoque más pausado. La solución sería que personas con formación muy variada escribieran sobre matemáticas. Como se ha dicho ya, las matemáticas son demasiado importantes para dejárselas a los matemáticos.


Otro fenómeno, distinto de la angustia matemática y mucho más difícil de tratar, es el letargo intelectual extremado que afecta a un número pequeño, aunque cada vez mayor, de estudiantes, que parecen tan faltos de disciplina mental o de motivación que no les entra nada. Los caracteres obsesivo-compulsivos son suceptibles de desentumecerse y las personas que padecen de angustia matemática pueden aprender modos de aquietar sus miedos, pero ¿qué se puede hacer con los estudiantes que no se esfuerzan en concentrar ni una pizca de sus energías en cuestiones intelectuales? A veces les reconvienes: "La respuesta no es X sino Y. Te has olvidado de tener en cuenta esto o aquello". Y la única respuesta es una mirada vaga o un "Ah, sí" sin ningún interés. Sus problemas son de un orden más serio que la angustia matemática.



John Allen Paulos
El hombre anumérico.El analfabetismo matemático y sus consecuencias.
Tusquets Editores.


Las negritas son mías.



Más alto sí, más claro no,




¡Chapeau!, Mr. Paulos




Que si Que no Que llueva a chaparrón |
17 julio, 2005
 

Sigue siendo cultural





En mi pueblo, haciendo de la necesidad virtud, dado que no teníamos el Sella para realizar el Descenso, organizábamos La carrera de desques. La desca se utiliza en la matanza del gochu para, una vez acuchillado y desangrado, colocar el cerdo y escaldarlo con agua hirviendo para deshollarlo.




















El acontecimiento se celebraba con gran éxito de público que abarrotaba las riberas del río y el puente de llegada. Lo del tren fluvial aún sigue en estudio, más o menos como el del ferrocarril Gijón-Ribadesella. Pero ese es otro tema.
















Pues, como decía,cuando se acercaba la Fiesta de Les Piragües, pasado el tiempu les chapes llegaba, cómo no, el tiempu de les piragües. Como su propio nombre indica, era el momento de jugar con les piragües. Como no había forma de comprar piragües en el 'Todo a cien' que no había en la esquina, teníamos que fabricarlas. Las piraguas que fabricábamos estaban compuestas por tres elementos, a saber, la piragua propiamente dicha, las palas y, obviamente, el palista.



Inciso: Ilustre Chin, dicen en mi tierra "El que non sabe ye como el que non ve". Espero me perdones el desastroso intrusismo profesional que sigue. Fin del inciso.



Piragua
Para hacer la piragua había que buscar un trozo de madera grueso y de unos treinta centímetros de largo. La madera no debía estar muy verde por algo que les contaré. La obtención de esta materia prima no solía ser muy dificultosa. Por doquier aparecían pilas de leña cerca de las casas y siempre había algún trozo que valía. No importaba mucho el tipo de madera pero si era de haya o de roble mejor. Se la daba una primera forma muy tosca con el hachu y a partir de ahí aparecía el instrumento estrella: la navaja. En cuanto uno habla de navajas enseguida se piensa en las de Toledo o Albacete. Pero no, nosotros solíamos utilizar otras navajas de gran calidad pero quizá menos conocidas fuera de Asturias: las de Taramundi. Para la forma de la piragua nos inspirábamos en las que habíamos visto hacer en el taller de los Hermanos Cuesta de Ribadesella. Yo tenía la suerte de tener un primo que residía en una vivienda cuyo portal era contiguo al taller de los Cuesta y pasábamos horas viendo hacer piraguas. En aquella época la piraguas aún eran de madera y no de materiales sintéticos como ahora. Tras el pulido y barnizado quedaban preciosas. Por cierto, los Cuesta no sólo eran constructores sino que algunos de ellos fueron grandes palistas y ganaron el Descenso del Sella. También sufrieron en 1952 la aparición de la 'pedaliera' a mano de unos palistas italianos. Hasta ese momento los giros los hacían los palistas bogando uno y ciando el otro. Los italianos introdujeron el control del timón con los pies y ganaron el Descenso, pese a que los Cuesta les ganaban terreno en las rectas, según cuenta Sánchez-Ocaña en su libro Las piraguas publicado en 1968. Pero bueno, si en el anterior post me fui por los cerros de Arriondas no quiero irme en este por los cerros de Ribadesella. A lo que íbamos. Una vez tallada la pulíamos; pocas veces disponíamos de papel de lija y lo hacíamos con la misma navaja. Por último, la bañera no la perforábamos sino que únicamente la dibujábamos.



Palista
Para hacer palista y pala era otro cantar. En este caso había una materia prima tan ideal como escasa: el palu escoba. Aunque alguna vez se podía 'distraer' la escoba de algún vecino, no podía hacerse tan a menudo como se necesitaba. De hecho, nos pasábamos el año guardando palos de escoba. Pero como también eran útiles para otros menesteres competíamos con los adultos y estábamos en una cierta desventaja. El tallado del palista no planteaba ningún problema y en unos minutos estaba listo. Sólo había que tener algo de cuidado no hacerlo larguilucho para no elevar el centro de gravedad de la piragua y tener problemas de estabilidad.



Palas
Por último, las palas. Era quizá el elemento más dificultoso para fabricar. Tropezábamos con el mismo problema que yo, osado dibujante, me he encontrado para dibujar la imagen: las palas no están en el mismo plano sino en planos que se cruzan con una desviación de 90º. Para mi, que no soy dibujante, me cuesta mucho encontrar la perspectiva para manifestar eso. Pues bién, a la hora de tallarlos el que las palas estuviesen cruzadas añadía alguna dificultad al agarrar el palu escoba y que al tallar una no se rompiese la otra. Ya sólo faltaba ensamblarlo todo. Para ello con un pequeño clavo sin cabeza clavábamos las palas al 'pecho' del palista y, por último, clavábamos la piragua a la parte baja del palista. De ahí la importancia de que la madera no estuviese verde, porque entonces al clavarla se resquebrajaría.




Y una vez construidas la piraguas, había que ir a hacerlas navegar al Ruxetu. Cerca del pueblo de mi abuela pasa un río relativamente grande y el Ruxetu es un pequeño arroyo que desemboca en él. Hoy está casi seco pero en aquella época tenía un caudal aceptable. El nombre siempre me gustó. Rugir -> Ruxir. Ruxetu -> Rugidor. Y es cierto que era un arroyo cantarín. En esos tiempos en casa de mi abuela no había agua corriente y para todos los usos, excepto para beber, había que ir a buscar agua al Ruxetu. Era la primera tarea del día y casi siempre nos tocaba a los pequeños que íbamos encantados. El lugar donde íbamos a buscarla era una zona más profunda que el resto donde el agua remansaba. Luego el arroyo se introducía en un tubo muy grueso, para atravesar un camino, y salía a una zona mas ancha donde el agua se expandía y perdía profundidad. La salida de las competiciones se producía a la entrada del tubo y la llegada era unos cincuenta metros más abajo. Como a la salida del tubo el agua perdía profundidad y rapidez al expandirse, con piedras, hacíamos canales para el agua consiguiendo así caudal y velocidad para las piraguas. Además el 'circuito' cambiaba de una vez a otra.




Este era el escenario de nuestros 'Descensos'. Pero el Ruxetu era algo más. A veces, cuando levantábamos las piedras para hacer el circuito de debajo salía una trucha o, más veces, una anguila. Alejandro, de quien ya les hablé, no sólo era hábil esguilando a los árboles o disparando con el gomeru, también tenía muchos reflejos con el tenedor. Cuando tocaba ir de pesca al Ruxetu aplicábamos lo de la división del trabajo: uno levantaba la piedra y, si de debajo salía una trucha o una anguila, el otro la clavaba con el tenedor. Alguna que otra merienda se organizó tras una jornada de 'pesca'.



Y ya que hoy quiero explicarles por qué voy armado, me viene a la mente algún arma que utilizábamos, además de los gomeros. Con palos de ablanu hacíamos arcos. El avellano es un árbol que dobla bien y no rompe. La 'cuerda' que utilizábamos solía ser el cable de los frenos de bicicleta. Como flechas había dos versiones. La suave, con flechas hechas también de rama de avellano. Y la fuerte, con flecha hechas con varillas metálicas de los paraguas. Las enderezábamos y las aserrábamos por la parte de atrás para tener una muesca en dónde enganchar el cable. Una vez afiladas se dirigían muy bien aunque podían ser peligrosas. Esta modalidad la úsabamos fundamentalmente para tirar al blanco. Si eran utilizadas en alguna 'guerra' les poníamos en la punta un corcho de una botella de sidra, pero ya no volaban igual, claro.




Pero el arma por antonomasia era el Tiratacos. El tiratacos consta de dos elementos lo que llamaríamos el cañón y la baqueta. El cañón consiste en un cilindro de unos treinta centímetros de largo hecho de rama de sauco. Una característica del sauco es que por su interior tiene una médula blanda que puede extraerse. Con un alambre íbamos empujando la médula hacia afuera hasta que el interior quedaba hueco, formando el cañón.



El segundo elemento es la baqueta, que consiste en un cilindro alargado que termina en otro cilindro más grueso que es utilizado como mango. La parte anterior debe ser suficientemente delgada para caber en el interior de cañón. Lo ideal es que tenga un grosor muy similar al calibre del cañón. Bien pues, ¿cuál creen que era la mejor materia prima para hacer la baqueta? Pues sí, han acertado, ¡el palu escoba!.




Por último, queda la munición. Esta consiste en bolas obtenidas de la planta del laurel. La utilización del artefacto es la siguiente: Se colocan dos bolas de laurel en el interior de cañón, una en cada extremo. La del extremo más próxima al que dispara se introduce un poco con la baqueta de forma que nos permita asegurar que la baqueta está bien embocada con respecto al cañón. En esa posisión se de da desde atrás un golpe fuerte y seco en el mango de la baqueta. Esta empuja la bola hacia el interior comprimiento el aire. Cuando la presión interior es suficientemente fuerte la bola de la parte delantera sale disparada con un fuerte estallido. En algunos casos el cañón queda humeando. Como arma no es excesivamente peligrosa, pero ¡ojo! que donde golpee la bolita es fácil que al día siguiente observemos un morado. Lo que no recuerdo es que tuviésemos la costumbre de soplar el cañón tras el disparo como los vaqueros del Lejano Oeste.



Con todo lo que les he contado podrán deducir que nuestra vida transcurría asociada permanentemente al utensilio necesario para poder fabricar todo este tipo de artilugios, gomeros, piraguas, arcos y tiratacos: La navaja. Por tanto, íbamos siempre con la navaja en el bolsillo. Pero la navaja nunca se utilizaba contra las personas, bueno, salvo que alguien te estuviese fastidiando mucho y le dabas pinchaditas en el culo a ver si se largaba.




Pues aquellos polvos trajeron estos lodos. Hoy es el en día que voy permanentemente con una navaja en mi bolsillo. La verdad es que el uso más común que le doy es el de destornillador y ya me ha dado algún susto con el detector de metales de algún Ministerio. Pues, lo dicho:




Voy armado. ¡Y es cultural!




Que si Que no Que llueva a chaparrón |