Cosas de Aquende
El blog de un Ágrafo juguetón
12 mayo, 2005
 

Otro des-agrafiado día




Cuando cumplí los seis años, más o menos, mi padre, allá en su/mi Asturias natal, comenzó a trabajar en una entidad bancaria. Eso, además de un cambio en el status económico de la familia, provocó alguna modificación más. Su horario de trabajo pasó de ser una jornada partida a una jornada continuada. Como los profesionales del estudio, sus hijos, teníamos escuela mañana y tarde, cuando él llegaba a comer los otros estábamos saliendo para la sesión escolar vespertina. Mi madre, obviamente, comía con nosotros.



Por todo esto, mi padre comía en solitario. El siempre fue un lector voraz y, supongo que para mitigar la soledad de la comida, acudía a la lectura. Hay una imagen de esa época que tengo grabada. Los que sean españoles, y que peinen canas, recordarán que uno de los primeros coleccionables que se publicaron en este país fue el Diccionario Salvat 4. En casa se coleccionó, y mi padre iba leyendo los fascículos según iban llegando, aprovechando para ello la hora de la comida.



No se si porque, aunque no nació en Argentina, residió allí algunos años de su infancia, tenía costumbres lectoras análogas a las de Hernán Casciari, pero sin bidet. En esa época el bidet, con chorrito o sin chorrito, era todo un lujo. De cualquier forma sospecho que la costumbre no sólo es argentina, sino universal.



Mi padre no solo se leyó el Salvat. Teníamos en casa el Diccionario Universal Uthea, diez tomos de unas mil doscientas páginas cada uno, y, con mayor o menor profundidad, pasó por todas las palabras del mismo.
Me imagino que la principal motivación de mi padre era el conocimiento por el conocimiento pero, subsidiariamente, también alimentaba una de sus aficiones: los pasatiempos. Era un gran crucigramista y solucionador de dameros. ( ¿Recuerdan el Damero Maldito de Dª. Conchita Montes en La Codorniz?).



Mi madre, también lectora, aunque no de diccionarios, sino de novelas, era muy aficionada a los jeroglíficos. ( ¿Recuerdan los de D. Pedro Ocón de Oro en Pueblo?) .



Una y otro me traspasaron sus aficiones y, aunque menos veces de lo que me gustaría ("tempus fugit"), disfruto del placer de resolver un buen crucigrama y, más aún, un buen jeroglífico. Destaco la palabra buen, pues observo que, de un tiempo a esta parte, la calidad de muchos de ellos deja bastante que desear. Incluso hice mis pinitos en el otro lado y cree mis propios crucigramas, alguno de ellos con una mayoría de contenido económico.



Uno de los grandes disgustos de mi vida -fíjense lo afortunado que soy que, mis "grandes" disgustos, o son de este tipo, o de los otros no me acuerdo-, tuvo que ver con esto, y ocurrió cuando, al comenzar mis estudios universitarios, tuve que desplazarme a la ciudad que hoy me acoge como profesional. Al llegar busqué una pensión y allí me instalé con todos mis bártulos. Entre ellos se encontraba una caja de cartón donde guardaba una colección de recortes de periódico, unos mil. Era mi colección de jeroglíficos, pacientemente recopilada a lo largo de varios años. Un día, meses después, cuando llegaba de la Facultad vi la calle salpicada de 'papelitos', cual confetti, y al fijarme me di cuenta de que eran mis jeroglificos. No pude evitar que alguna lágrima aflorase en mis ojos y pensé en recogerlos uno a uno, pero la tarea se me antojó desmesurada y, con dolor de corazón, se la dejé a los barrenderos. Hoy en día, aún no se lo que pasó, pero tengo para mi que no fue un accidente: el viento no abre cajas de cartón que no están cerca de las ventanas.



Por otra parte, uno de los primeros ‘juguetes’ que recuerdo era un vetusto diccionario, de pastas duras marrones, con una letra abigarrada, y que llegaba a traer un esquema de una orquesta sinfónica con el nombre de todos los instrumentos, y al que mis hermanos y yo, más que rompimos, desgastamos. Era un diccionario incentivador. Si buscabas la voz puta el resultado era ramera, meretriz. Y venga, a buscarlas y ya teníamos tres por el precio de una. Pese a ello, debo confesar que, aunque orgulloso hijo de mi padre, yo no leo diccionarios de corrido. No obstante, como uno no es de piedra, tiene otros pecadillos. Acorde con las tecnologías del siglo que nos toca vivir, desde hace algún tiempo dispongo de una versión en CD-Rom de la vigésimo primera edición del Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española (supongo que la vigésimo segunda será similar). El programa permite acceder a las definiciones por orden alfabético. Pero también permite ordenarlas alfabéticamente de atrás hacia adelante lo que permite localizar palabras por su terminación. Y no se queda aquí, sino que permite buscar con comodines: a??f una palabra que comience por a lleve otras dos letras cualesquiera y luego una f, a*f una palabra que comience por a y al final tenga una f no importando cuántas y cuáles haya en el centro, etc. ¡El paraiso del crucigramista!. Debo decir en mi descargo que sólo lo utilizo "a la desesperada", si no, tengo la sensación de hacer trampas.



Pero si traigo aquí a colación este CD es por otra cosa: En una esquina de la barra de iconos aparece dibujado un dado. Con una pulsación de ratón sobre el mismo el programa presenta, al azar, una palabra del diccionario y su significado. ¡Ah! Si mi padre levantara la cabeza; seguro que se sumaba a las nuevas tecnologías. Esta herramienta me permite seguir la tradición y dedicarme a leer el diccionario, aunque no sistemáticamente. Así uno descubre palabras que echó en falta toda la vida como critiquizar, o la existencia de cosas tan curiosas como el volapuk .



Tras lo que les he contado, ya pueden darse cuenta de dónde provienen esos batiburrillos o baturrillos de letras que aparecen en mis post. Qué le vamos a hacer, como dicen por ahí: "otros chupan bolas de pasamanos".


En la última locura (¡toma guiño, Mel Brooks!) perpetrada por Aquende (¿o sería por mi?) seguí jugueteando con los nombres/apodos de algunos paseantes por este blog o por el de enfrente. Con esos nombres y una frase adicional, que parece referirse a los mismos, completé un conjunto de letras que cumplen cierta condición. Como nombres y frase, aunque cumplían mi objetivo, ocupaban poco espacio y quedaban "sosos", probé a buscar una distribución espacial que obedeciese a alguna causa y, así, apareció lo que ustedes ven ahí donde en vertical puede leerse 'una banda' y 'fiesta'.
He de decir que la frase donde aparece la palabra fiesta nació de la necesidad de cumplir algo que explicaré más adelante y fue creada antes de 'encontrar' en su interior dicha palabra. Esto enlaza con el post anterior en que hablaba de profetizar por la aparición de estructuras de palabras en textos. Me temo que para ser 'profeta' solo hace falta tiempo y paciencia; bueno, y osadía.



Queda un elemento del post que no es neutral: el título. En él me permití otro jueguecito, distinto al del resto del texto, cuya solución daría una pista sobre qué es lo que aparece en el mismo. La frase 'gran mapa' es un anagrama de otra palabra: pangrama. Curiosamente, la definición de pangrama (en inglés pangram) no aparece en el diccionario de la Real Academia, al menos con ese nombre. Si alguien conoce otro nombre para lo que voy a describir le agradecería me lo haga llegar. Un pangrama es una frase que contiene todas las letras del alfabeto. Estrictamente, y dado su origen, debería contener todas las letras, incluyendo las acentuadas y todos los símbolos. Esto sería así porque parece que el origen está en buscar una frase que, al componerla e imprimirla en una imprenta, permitiese comprobar que todos los tipos estaban correctos. Posteriormente, la búsqueda de frases de este tipo se convirtió en un fin en si mismo e incluso en un reto; por ejemplo, buscar la que cumpliendo las condiciones sea la más corta. En la lengua española la gran dificultad está en encajar letras como la W y la K, por ello, es difícil escapar de whisky o kiwi. Yo, afortunadamente, tenía a Wally y a DanielK.



Llegados aquí, he de admitir que el jueguecito se las traía, como lo prueba el hecho de que Eduardo, el del blog de enfrente, tuvo dificultades con él. Pero, aunque alguna asidua visitante no para de llamarme malvado, no lo soy tanto como podría parecer. Como ayuda, en el texto un conjunto de letras están en cursiva. Hay dos por palabra, excepto en un caso en que sólo hay una. Si las cuentan verán que son veintisiete. Y si, como me consta que hizo alguno, las escriben aparte, podrían ver que no se repite ninguna y de ahí deducir que es el alfabeto completo.



¿Verdad que era sencillo? ¡Cuando se sabe lo que se busca!, claro. Como la vida misma.



Para aquellos que estén interesados en estos temas y no lo conozcan ya, pueden pasarse por este sitio. No es descartable que ahí se pudiese encontrar la explicación de alguna futura 'cosa' de Aquende. Los autores solicitan que se les pida autorización para utilizar aquellos 'juegos' que van firmados. Aparte de estar en su derecho, me parece muy razonable, pues doy fe de que, aunque a posteriori los 'juegos' parezcan triviales, la dificultad de su elaboración es alta.



¿Por qué sospecho que si hubiese puesto cigüeña habría escrito un pangrama?



Y, con esto y un bizcocho....








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