Cosas de Aquende
El blog de un Ágrafo juguetón
03 junio, 2005
 

La aborrecida escuela.





Hace días les conté qué hacíamos a la salida del cine, tras ver una película de piratas: pues eso, jugar a los piratas. Esta era una actividad poco cruenta, porque si había que pasar a alguien por la borda nunca nos atrevimos a lanzarlo desde el corredor y todo quedó en un simulacro.


Pero algunas otras actividades no eran tan poco cruentas como estas; para otros claro. A veces tocaba ir de caza y, obviamente, a cazar se va armado. Nuestra arma preferida era el gomeru. Hay que reconocer que los nuestros eran algo más rudimentarios que estos gomeros tuneados. Los nuestros estaban hechos con un 'forcau' de madera obtenido directamente de la bifurcación de la rama de un árbol, al que atábamos unos trozos de goma que cogíamos de las cámaras de la rueda de algún coche desguazado y en la zona posterior poníamos un trozo de badana que nos regalaba El Rápido, el zapatero del pueblo, autoproclamado 'católico, apostólico y asturiano' .


Pues armados de esa guisa íbamos a la caza de pájaros y podía caer cualquiera que se pusiese delante, ya fuesen gorriones, miruelles o raitanes, o, incluso, algún cuervo que otro. Para las palomas las técnicas eran otras. Si la caza de volátiles no se daba muy bien solía pagarlo algún gato que se cruzase por el camino.



Confío, por mi bien, en que no lea esto alguien de la Sociedad Protectora de Animales y Plantas, aunque, dada la distancia temporal a los hechos cualquier responsabilidad asociada debe de haber prescrito.



Todo esto viene a cuento porque ayer, en el CommentChat del blog de enfrente, se comentó que a la corsaria Rus le había picado una avispa y de paso salieron a colación otros insectos muy queridos por la corsaria Ana: las moscas. Y esto trajo a mi cerebro la estrofa :



Y en la aborrecida escuela,

raudas moscas divertidas,

perseguidas,

por amor de lo que vuela.



de Las Moscas de D. Antonio Machado y musicada por D. Alberto, Cortez, claro.





Pues resulta que, cuando no pirateábamos o cazábamos, también íbamos a la escuela. ¿O era viceversa?; no sé. Bueno el caso es que íbamos. En aquella época no había bolígrafos y teníamos que escribir a pluma. Y la pluma necesita tinta. Esta se obtenía diluyendo una pastilla en una botella agua. Luego se traspasaba a unos tinteros de porcelana que había incrustados en el pupitre. Luego se tapaban; habitualmente, con unos tapones de goma obtenidos de los recipientes de Penicilina.





En este escenario, y justo antes de comenzar la clase, alguien cazaba una mosca. Tengo un amigo experto en coger moscas al vuelo y, no sólo eso, sino que a continuación las lanza contra el suelo y, aunque alguna consigue remontar el vuelo, las mata. Pues, como iba diciendo, alguien cogía una mosca. Acto seguido se le arrancaba un ala y, sin que el interfecto se enterase, se introducía en el tintero de algún incauto. Cuando comenzaba la clase el susodicho levantaba el tapón y la mosca salía; pero, como no podía volar, iba arrastrándose, generalmente en círculos. Si había suerte, ¿se imaginan cómo quedaban los folios del incauto?, ¿y su cara?, ¿y la del maestro?, ¿y la de la clase entera castigada, si no aparecía el culpable?




... ¿y lo bien que lo pasábamos? . Lo siento Sr. Machado, de aborrecida nada.



N.B. : La prueba de que en Internet no está todo es que no he conseguido una foto de mi escuela. Salvo que se demuestre lo contrario, of course.






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